Del ciber-sexo a la porno-carta…

Mujer. Unos 47 años aproximadamente… viene a pedirme un favor… que le escriba una carta a su marido, que está en la cárcel, porque no sabe escribir (Muy fuerte, en pleno siglo XXI y en España) Acepto, claro… cómo no iba a hacerlo, sin saber lo que se me venía encima…

Empieza saludando con palabras cariñosas, y contando algunas cosas triviales… Casi logra emocionarme cuando le dice que lo echa de menos (aunque su tono parece el de la máquina de tabaco cuando te suelta “Su tabaco, gracias”) Pero de pronto… debe ser que la separación forzosa (que no sé de cuanto tiempo es) va haciendo mella y poco a poco, sin cortarse ni un pelo, la carta empieza a subir de tono…

Yo, al principio, con esa actitud aséptica que te da el hacer las funciones de máquina de escribir, no muevo ni un músculo de la cara… Me mantengo impasible, gracias, claro está, a que no tengo a nadie conocido cerca con el que intercambiar una mirada de complicidad, eso hubiera sido mi perdición… Pero todo tiene su límite y cuando uno habla de temas amoroso-sexuales (por llamarlo de alguna manera) sin un rastro de emoción en la voz como si estuviera dictándome una factura, con todas sus cifras, sus letras y sus porcentajes de impuestos incluidos, una es capaz de imaginarse cualquier cosa… y la imaginación en estas situaciones no trae nada bueno…

Mi cara empieza a ser una máscara de contención de la carcajada que empieza a empujar por salir… pero sigo aguantando el tipo… mientras el resto de gente que entra me mira con ojos como platos y sin entender na de la escena que tienen delante… Yo, francamente, tampoco entiendo cómo soy capaz de meterme en estos líos así por las buenas y sin pensar…

Parece que la carta está llegando al final y el tono se relaja mientras ella sigue con su fría voz metálica despidiéndose entre pellizcos en partes “de cuyos nombres no quiero acordarme” y múltiples cosas más…

Al final sale por la puerta con su carta en la mano y aparentemente féliz…

Y yo respiro hondo, partiéndome de risa para soltar toda esa tensión sexual metálica acumulada en la punta de mis dedos… cagüentó y yo sin Bimbolla…