Cicatrices...

Estaba yo el otro día tomando el solecito en una terraza mientras observaba a dos niños jugar...

“¿A que no haces esto?” Se retaban el uno al otro constantemente... Con esa forma tan característica que tienen los niños de aprender, y hacer aprender a otros (a base de golpes) dónde están sus propios límites...

De golpe y sin saber cómo, dejé de ver a los niños para verme a mí montada en una bicicleta BH azul... Debía tener unos 4 años, aun llevaba las dos ruedicas auxiliares en la bici, aunque no tardaría demasiado en quitármelas... Iba arriba y abajo por la entrada a la casa de mi abuelo... Mi primo (sí, aquel elemento que sale conmigo en la foto de comunión) revoloteaba a mi alrededor, maquinando, hasta que se le ocurrió con qué retarme... “A que no pasas con la bici por ahí?” “A que sí!!” le dije yo sin mirar dónde estaba señalando...

El reto: Un rosal, con unas rosas de mi tamaño (el actual, que no es mucho, pero es bastante más de lo que medía entonces) separado de la pared por una pequeña acera cuya anchura era más o menos las de las ruedas auxiliares de mi bici...

Con la seguridad que da la ignorancia, me lancé a demostrar mis cualidades de ciclista en aquel estrecho camino... Y todo iba perfecto, a penas me faltaban un par de metros para salir victoriosa, pero antes tenía que girar, para bordear el rosal y volver a salir al camino... Fue en ese momento, que un error de cálculo en el giro, precipitó mi rueda auxiliar derecha escalón abajo, lo que eliminó mi, ya de por sí, precario equilibrio a esa edad y nos lanzó, a mi bici y a mí, contra el rosal y los brazos espinosos de las rosas...

Si alguien sabe que “Una rosa es una rosa” esa soy yo... Me tuvieron que sacar de allí con un balance bastante penoso de mi persona humana... Rasguños y cortecitos por todo el cuerpo, aunque lo más grave se lo llevó aquella parte dónde la espalda pierde su nombre que no dejaba de sangrar... y es que me senté a conciencia en las espinas...

Lo peor no fueron las dos cicatrices paralelas que conservo de recuerdo y que ninguna pudisteis ver en “aquella foto” porque estaba tomada del otro lado jajajaja Lo peor fue el orgullo herido de no haber superado la prueba y mi primo con aquella cara de satisfacción... por eso, no por el dolor, lloraba a lágrima viva...

Lección aprendida: El orgullo, arrastrado, duele más que las propias heridas...

Hoy me he quemado con la plancha... como siga a este ritmo mi cuerpo va a parecer un mapa del tesoro... Y... ¿Dónde está el tesoro? Jajajajaja